Se conoce como Clavel antártico, o Perla antártica, a una de las dos únicas plantas con flores que crecen en la Antártida (la otra es una gramínea denominada Deschampsia antárctica). Es una dicotiledónea que forma parte de la familia Caryophyllaceae y está registrada bajo el nombre científico de Colobanthus quitensis. También se han encontrado poblaciones en las islas del sur del Océano Atlántico y en la Cordillera de Los Andes.
Su porte es muy bajo, de apenas centímetros, pero forma matas que se extienden cada vez más (especialmente hacia el oeste de la Península Antártica donde hay zonas en las que los hielos no son permanentes gracias a que el entorno es más cálido y húmedo) debido al calentamiento global que ha hecho que el clima se suavice hasta en las regiones más australes del planeta, quintuplicando su área de distribución; acompañando a musgos, líquenes y hongos que son los residentes habituales de aquellas latitudes. La raíz es pivotante y de ella nacen algunas raíces secundarias.
En los meses de Diciembre y Enero es cuando se luce con todo su esplendor, agradándole los ambientes salinos y rocosos. Posee hojas verdes y suculentas, de lineares a lanceoladas, con el ápice acuminado de un tono más claro. Sus pequeñas flores hermafroditas, solitarias y pedunculadas, tienen cinco pétalos amarillos que se alternan con los cinco sépalos, verdes y acuminados, del cáliz. El ovario es unilocular y muestra numerosos primordios seminales. Los estambres cuentan con cortos pero robustos filamentos que sostienen anteras cargadas de polen entre anaranjado y rojizo.
Los frutos son bayas ovales, de piel roja y brillante, con varias semillas arriñonadas en su interior. Para evitar daños por congelamiento esta planta tan especial acumula azúcares, los cuales mediante ósmosis atrapan el agua evitando así que se formen cristales de hielo.